martes, 12 de enero de 2016

Historias sin historia -- Reseña de "Crónica del Pájaro que da la Cuerda al Mundo" de Haruki Murakami

 Esta novela cuenta la historia de Toru Okada, un veinteañero desempleado viviendo en Tokio con su esposa Kumiko. La trama inicia concretamente cuando Toru, recientemente desempleado y pudriéndose de ocio en su casa, recibe dos llamadas extrañas. La primera es de una mujer desconocida que le pide a Toru hable con ella durante diez minutos. “Eso es todo lo que se necesita para entendernos completamente”, dice aquella voz. Toru en su momento cuelga, pero no será la primera vez que extrañas llamadas vengan a interrumpir su vida (o que esa misteriosa mujer venga a hacerle comentarios vagamente sexuales). La segunda llamada es de Kumiko, quien le pide vaya a buscar al gato que aparentemente se ha perdido en un extraño pasillo en la parte de atrás de las casas de su calle. Toru se dirige a aquel pasillo, un lugar abandonado y deshabitado justo a la vista de todas esas casas donde la gente continúa su vida normal, y termina explorando una extraña propiedad abandonado con un pozo y la estatua de un ave emprendiendo el vuelo. Desde ahí la novela sigue tenuemente la búsqueda de Toru por el gato, al tiempo que la narración misma reconoce que encontrar al gato es lo que menos importa. Personajes coloridos como las hermanas psíquicas Kano, la adolescente morbosa May Kasahara, el hermano sociópata de Kumiko y muchos otros llegan a la vida de Toru; hasta que eventualmente un cambio grande sucede en su vida que lo hará rencontrarse a si mismo mientras los sucesos bizarros no dejan de sucederse. Su relación con su esposa, en particular, toma un vuelco repentino que hará que Toru busque desesperadamente la manera de salvar su matrimonio al tiempo que se pregunta si alguna vez conoció verdaderamente a su esposa.


En el lado más técnico de las cosas nos encontramos con una novela donde la “trama” se utiliza en la forma más liberal posible sin dejar de existir. Los sucesos simplemente pasan, siguiendo una línea lógica pero sin dejar de ser nunca coincidencias increíbles y giros arbitrarios. Hay un tono onírico en todo lo que pasa y, como en las demás novelas de Murakami, hay un sentimiento de estar viendo sólo una parte pequeña de un marco mayor que no puede ser entendido, como si nuestro protagonista fuera sólo un espectador accidental de alguna especie de guerra de psíquicos de ciencia ficción que nunca podrán entender al no haber nacido con el don de hacer trizas la realidad con su mente (que de una vez les digo que esa es una teoría medio razonable de todo lo que pasa). La novela incluye muchísimas historias dentro de la trama mayor, muchas de ellas casi completamente inconexas con la “trama principal”. Lo que les une (a veces) es simplemente que Toru las está escuchando o que incluyen los mismos símbolos de la trama principal. Otras veces son notas de periódicos o flashbacks sin contexto que apoyan la historia principal desde lejos. En particular se trata con sucesos durante y después de la ocupación japonesa en Manchuria, penetrando con un aire belicoso en una novela tan intensamente urbana. Las escenas de la guerra son tan surreales como las de la búsqueda de Toru pero están llenas de una brutalidad dramática. Terminan pareciendo pesadillas dentro de un conjunto de sueños. Aun así (o quizás justamente por eso) las historias de Manchuria son algunos de los momentos más memorables de toda la novela, en particular los capítulos sobre la ejecución de los animales de un circo en el inter de la ocupación soviética y el testimonio de una misión de espionaje fracasada en territorio de Mongolia. La diferencia entre las guerras del pasado y la falta de dirección del presente acentúa la sensación de urbanidad de los escenarios de la mayor parte de la novela. Siempre lo he dicho, nadie describe el escenario de la ciudad como los japoneses. 


Hay soledad y calma en los lugares que Murakami escoge para su historia: callejones olvidados, colonias abandonadas y laberintos eternos de habitaciones de hotel.  El que el ajetreo de la vida diaria esté a sólo pasos de esos paisajes solitarios sólo incremente su efímera melancolía. La novela mantiene las cosas con cierto realismo mágico (hay una prostituta que trabaja únicamente en los sueños, hay un pájaro que parece sólo existir en sonido y que sólo canta frente a personas marcadas por un destino particular) pero el índice de cosas imposible va incrementando hasta un final que raya más bien la fantasía cuando vemos a Toru entrar cual caballero resplandeciente en un mundo alterno bizarro lleno de gente vacía que parece regirse por reglas arbitrarias y tomar la identidad de quien sea que se les asigne. Es sorprendentemente emocionante para una novela en general tan tranquila, aunque cada parte parece no encajar el todo de la historia fluye a un lugar específico. Uno de los detalles de estructura que me fascinaron fue como iba creciendo la novela en el pasado y en el futuro. A ver, la premisa es simple (Toru está en su casa. Toru busca el gato. Toru sale de su casa para buscar al gato.), pero de ahí un detalle lleva a otro y esos a otros, como que el gato se llamaba Noboru Wataya y entonces se nos explica quien es Wataya y su relación con Toru (yendo hacía el pasado) o que Toru busca al gato y se encuentra accidentalmente con May Kasahara (yendo hacía el futuro) , etc.; y al final de la novela tienes una gran cantidad de líneas narrativas y personajes, todos ellas han aparecido metódicamente desde un inicio tan minimalista. Leí la traducción al inglés y el lenguaje era simple, ligeramente poético. No era una narración que buscara impresionar con sus metáforas ni con su lenguaje (claro que la barrera entre idiomas en este caso es grande) sino que buscaba dejar que las imágenes de la historia presentar an su propia belleza. Había momentos en los que la simpleza del lenguaje y el uso de enunciados cortos enfatizaba una belleza muy queda, lo cual me parece muy japonés.



En cuanto a mi opinión, creo que esta es la mejor novela de Murakami que he leído. Me he aventado “Norwegian Wood/Tokyo Blues” y “Sputnik, mi Amor” y aunque ambas son buenas, ninguna se le acerca a la epopeya tranquilamente desquiciada que es este libro. Creo que es el máximo ejemplo de una novela “sin historia” porque las cosas sólo “pasan”, muchas veces con poca conexión entre ellas. Aun así se mantiene una emoción muy particular tanto en las historias bélicas como en la búsqueda de Toru por todo Tokyo por su gato y para salvar su relación. Lo mejor que puedo hacer para describir esa emoción es el del momento en que la vida se transforma lentamente en un sueño, el de estar perdiéndote de la realidad poco a poco hasta entrar en un sueño que no es realmente diferente a los tiempos de vigía. Toru queda dentro de la clase de protagonista mediocre y promedio que está consciente de serlo, que me parece algo muy común en los medios japoneses que he visto. Esto es parte de lo que hace que la novela funcione: centra muy bien todo lo que está pasando. Su conflicto personal es también muy interesante y queda perfectamente con el paisaje surreal que nos pinta la novela. Toru se pregunta a sí mismo: “¿Podemos conocer realmente a las personas, por más años que tengamos de “conocerlas”?” y al hacerlo se emprende en una búsqueda para entender a su conyugue y a sí mismo que lo encuentra escuchando historias de gente a quien toda su identidad se les es arrancada de repente, a veces por la guerra, a veces por fuerzas oscuras que gente normal como ellos no tienen la capacidad de entender. Hay un énfasis muy grande en la importancia de los sueños como experiencia espiritual y en temas sobre iluminación y meditación que me hicieron recordar que Murakami es en efecto japonés y no occidental, por más referencias constantes que haya en la novela a música clásica europea y autores occidentales. Mi única queja quizás pudiera ser que en la final es un poco demasiado “épico” para una novela tan tranquila. Lo cual es una bendición de queja. ¡El clímax es una pelea a cuchillo dentro de un sueño! Ojalá todo el tiempo me encontrara con novelas que su único problema es que el final es demasiado emocionante.



Simplemente, un clásico de las novelas modernas. El conflicto y el entendimiento de la trama son netamente modernos y logra mezclar el contexto histórico de Japón con un conflicto universal como es la dificultad de conocer personas y la despersonalización. Recomendado a quien sea que le guste una buena novela.

Las fotos son de la portada en japonés y la versión dramática de la obra, que se ve genial.