Lista de novelas que se supone ya debería haber leído #3
Previa experiencia con el mismo autor: mi conocimiento sobre
la obra de Juan José Arreola estaba limitada al hecho de que existía.
Antes me preguntaba mucho de cuáles eran las novelas mexicanas
clásicas. Entendiéndose por clásico una novela súper importante y bien hecha de
la que todo mundo ha llegado a escuchar hablar pero la cual casi nadie que
conozcas fuera de un contexto académico ha leído. Siempre que preguntaba (o
buscaba en Google para no tener que preguntarle a alguien, ¡que va!) me decían
una lista que parecía completamente arbitraria más las obligatorias de Rulfo y
Fuentes. Yo me esperaba mientras tanto algo como en Estados Unidos, donde
parece haber un consenso casi universal de qué novelas son las clásicas de cada
década y que deben ser metidas en la garganta de todo buen lector hasta que las
odie por obligación. Una de las novelas –o en este caso relatos, vuelvo aquí en
unos momentos –que de una forma o de otra siempre aparecía mencionada en algún
punto era “La Feria” de Juan José Arreola. En eso entonces no tenía idea yo ni
siquiera de que era una novela. Pensaba que era una especie de compilación de
cuentos y suponía que iba sobre una celebración de algún tipo. Casi se podría
decir que de alguna “feria”. Me sonaba muy folclórica y como buen malinchista
no pensé demasiado al respecto y la relegué al fondo de mi lista de libros por
leerse. Esos libros que “a ver si un día” lees, si los astros se acomodan, si
el clima es bueno.
Leyéndola esperaba color (alguna historia tipo Eraclio
Zepeda sobre la vida en el monte) pero no esperaba mordacidad. Después de
leerla me pareció que había llenado un vacío de entendimiento que tenía antes
de leerla. Es un texto muy corto y es una novela experimental sin ser
pretenciosa. En si cuenta de los eventos que se sucedieron a lo largo de varios
meses en la población de Zapotlán El Grande, Veracruz (hoy en día Ciudad Guzmán)
en un año no especificado pero en el cual la Revolución Mexicana y la
repartición de las tierras es todavía un hecho reciente. Inicia con el comienzo
de la época de siembra y termina con la Función de Señor San José, una gran
fiesta patronal en honor al padre de Jesucristo, que es el patrono adorado del
pueblo. Zapotlán es un pueblo agrario y muy religioso y la población entera se
prepara de una forma o de otra para las fiestas. En el fondo de las muchas
tramas que se suceden a lo largo de las estaciones los miembros de la comunidad
indígena de la localidad tratan de llevar a cabo una lucha legal para ser
propietarios de las tierras “según lo prometido” mientras que los actuales
lugartenientes del lugar buscan formas de evitarlo. En todo esto los miembros
del clero juegan un papel neutral: el padre local apoya a los indígenas pero
sus superiores en la Arquidiócesis quieren mantener el orden de las cosas.
Primero se nos cuenta la historia de un zapatero que decide
convertirse en agricultor. Nos cuenta rápidamente sobre los dos terrenos que
consiguió y los peligros que ha tomado en su apuesta y uno que otro detalle de
las técnicas de agricultura que se utilizan (un muy buen detalle –debo añadir
–para los lectores que somos ignorantes del tema siendo lo importante que es la
agricultura para la historia). Pronto el hilo narrativo lo abandona y empezamos
a conocer al resto del pueblo. Algunos son solo comentarios que aparecerán en
el fondo por el resto del texto pero otros tendrán historias que irán
evolucionando mientras la fecha de la feria se acerca. La historia está hecha de viñetas de tamaños
muy diferentes que pueden ser diálogos, narraciones, páginas de diario, notas
de periódico o textos históricos. Saltamos fácilmente de un recuento de como un
vecino asesinó a su esposa a como los miembros del Ateneo local organizan
reuniones para conocer a artistas de otros estados. Aunque la vertebra de todo
es el paso del tiempo hacia la feria en muchas ocasiones un segmento viaja en
el pasado para enseñarnos alguna cita de los documentos con los que se firmó la
ciudad u otros sucesos históricos relevantes para el presente. El orden es
caprichoso pero siempre hay un sentido de ir avanzando aunque sea sólo en el
tiempo. Esto me gustó muchísimo. Siento que un escritor menor hubiera hecho
algo muy cansado. Arreola hace que una historia que es sólo el colectivo de
muchas historias pequeñas retenga unidad y corazón. Hay detalles mínimos de lo
que vendría a ser el realismo mágico (un tipo que habla con “las ánimas del
purgatorio”, una sequía que afecta únicamente una huerta y nada más) pero en
general la historia se mantiene en la realidad.
El texto muestra muy vivamente la injusticia vivida por este tipo de
pueblos y la belleza de sus tradiciones pero tampoco los convierte en un Edén y
nos muestra las actitudes machistas así como la ignorancia que
muchos de sus habitantes tienen.
Como dije antes, esta novela me gustó mucho más de lo que
pensé que me gustaría. Creo que lo más importante es que es una novela muy
medida. Sabe cuando ser chistosa y cuando ser más cruda. Lo que más me sorprendió
es que lograra llegarme, sobretodo porque yo no soy nada afecto al costumbrismo.
(Bien, la gente no sabe si es una novela costumbrista o de realismo mágico pero
creo que todo mundo puede ver que hay “algo” de costumbrismo por lo menos.)
Cuando pasa el complot para asegurarse que los campesinos no tengan sus tierras
realmente me enojé. Muchos de los detalles mas ocurrentes del pueblo realmente
se me hicieron chistosos (ESA cancioncilla de “Déjala güebón” fue genial, y mi
parte favorita que son los fragmentos donde San José mismo habla y comenta que
el culto del pueblo le parece un poco excesivo). Cuando llegó el momento de la Función
de Señor San José una parte de mí sentía –quizás como los del pueblo –que
“algo” pasaría, que llegaría un clímax real y que eso significaría un cambio
real. De alguna forma los campesinos
ganarían contra el complot de los lugartenientes y habría un final feliz de una
forma de otra. Por supuesto que nada de esto sucede. Son simplemente algunas
escenas lindas, con una melancolía muy sugerida, de un festival que sucede y
termina y de una vida que pronto vuelve a su curso natural. ¡Como en todas las
fiestas! Esa sensación de fiesta y decepción me pareció lo más genial de toda
la novela. En si la cantidad de historias te deja un sentimiento de conocer
este lugar, de haber vivido un tiempo congelado de su surreal día-a-día. Es un
pueblo donde en una fiesta cualquiera un baile involucra amenazar a la gente
con machetes. Al mismo tiempo que te cuentan esto, algo que para uno es
bastante increíble, se nos cuentan historias de los enamoramientos y las
muertes y los supuestos milagros. A pesar de su estructura inusual, es una
historia con una cierta dulzura, la de un tiempo muy único que con el tiempo se
irá. Para un citadino que en su vida ha pisado un pueblo por más de unas horas,
es una sensación muy interesante de conocer.
Recomiendo esta novela a cualquier persona que quiera leer
una buena novela mexicana. No es de mis novelas favoritas (quizás el tema
simplemente es algo alejado a mi) pero siento que fue una lectura agradable con
muchas recompensas.